Seré invisible ante los ojos del cuervo y sabrosa a la boca del lobo. Seré poesía para esas señoras que arrepentidas mirarán mi vida pasar. Seré muerte para todos aquellos que lloren mi omnipresencia y menosprecien mi risa.
Y aunque las monas se vistan de gala y se sientan muñecas en la sofisticación de sus jaulas, no las invitaré. Son monas las monas que asumen sus pasados, no las que hacen de un prostíbulo un palacio. No me confundan, no es arrogancia: lavo mis pecados antes de ventilarlos.
Despechar al soberbio, abrigar al futuro; cargar con la ausencia y romper la abundancia; soltar la carga y cargar con mis venas; dos canciones, tres inviernos y mis penas, me hacen la niña que fui y seré. Por siempre y por los siglos de los siglos: una copa de vino, mi Ave Marina y Amén.
.A.
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