sábado, 29 de mayo de 2010

Aguas calientes.


Una mandarina en un rio. Una cuna en una bañadera. Una amiga en un colectivo. Una lágrima de madera.

Apocalipsis y agua. Agua y destierro. Destierro y llanto. Llanto y recuerdos.

Ellos se van a un lugar que no está cerca ni lejos. Se llevan de amontones flores, suvenires y ancestros. No lo saben todavía, me lo dijo un sueño: Se van a hundir, con ellos la tierra y yo no te tengo.

Y cuando llegue…

¡Ai! Cuando llegue…

voy a querer besarte como nunca antes lo haya hecho.

A mi madre, un beso.

A mi padre, un te quiero.

A mi hermano, un abrazo.

A mi hermana, el tiempo.

.A.

domingo, 23 de mayo de 2010

Blancanieves.



Pensaba que te ibas a quedar bailando como siempre lo hacías, sobre esas ramas finitas que dividen simétricamente a las ráfagas de viento. Pensaba que ibas a saltar desde el trampolín de algarrobo, ese que guardabas en tus sueños. No, no. No te hablo de vacío, me refiero a una calculada caída libre sobre aquella mousse de algodón. Pensaba que ibas a seguir elíptica, espiralada. ¿Qué paso con nuestra infancia? Contame, mi querida, ¿a dónde está la alfombra floreada? Cambiaste. Encajas perfectamente en el cronómetro de una terraza. ¿Será que yo me detuve en el punto final y vos seguiste pintando teleféricos?

Espero verte en un año y que mi piel se asimile a la tuya.

Espejito, espejito, ¿quién crece despacito?


.A.

lunes, 17 de mayo de 2010

Sin limbo.


Hay días en los que prefiero no soñar. Enraizar las piernas hasta tenerlas dormidas. Describir situaciones cotidianas a kilómetros de distancia mientras afirmo mi nacionalidad. Crudeza malparida. Odio en el ritmo asfixiante del nuevo arribo sanguíneo.

¿Descanso? En la alteración.
¿Simpleza? En la complicación.

Mil millones de pelos que caen. Tres mil trescientas hojas de otoño. Quinientas veinte piscas de sal. Todo, todo, por descubrir que es lo que hay más allá del cielo.

Hay días en los que prefiero no soñar y elijo un barquito antes que un avioncito.


.A.

martes, 11 de mayo de 2010

Tu lealtad.


¿Cuántas ganas tiene de crecer? ¿Un suspiro? ¿Mil uvas? ¿El sol?
Despertar no sólo es abrir los ojos. ¿Lo sabe?

Un niño corre a lo largo del mar, baila siguiendo musas que pinta con minucioso puntillismo.
Arrancales las escamas, quiero verlas desnudas y tragarlas. No las dejes salir. Son malas.

A la cama sin postre.

Tenerlas en su sangre es su ansiedad. Que se fundan en encimas, que nutran su calma, que ardan su apagón y lo inviten chocolatadas.

Lo onírico. Lo real. Lo virtual. ¿Qué importa? Somos más grandes que un sueño y mucho más que una computadora.

Luz. Cámara. El día. La voz. El deseo. Y vos.


.A.

domingo, 9 de mayo de 2010

Un invierno y la vida.


Si ella pudiera ser mar, lo seria. Y si pudiera desvestir al aire, lo haría.

Bebe miel y mastica vino. Fantasea verdades y realiza utopías.

Nada se aleja de su imaginación. Nada más lleno que su esperanza.

La función empieza cuando ella respira. Comparte trozos a todo aquel que convida.

Brillante. Eterna. Infinita.

Quisiera entender cuando dice adiós. Deseo ser parte de su despedida.

Pequeña. Paciente. Melódica.

Anhelo profundamente percibir su color. Valorar los matices de su armonía.

Sonríe lanita querida.

¡Sos tan brillante! ¡Tan eterna! ¡Tan urpila!


.A.

viernes, 7 de mayo de 2010

Prendida.


No está. Está. Vuela. Gotea. Te aprecio. Rocío. Te espero. ¿Me querés? ¿Vamos? ¿A dónde? Golondrinas.
Salí de acá. Esperame. Estás inmensa. Obvio. Chiquitita. ¿Volvemos? Quiero torta de frutillas. En vasito, por favor. Tocame. Te toco. Te quiero. Llename. Te miro. Perdeme. Te encuentro. Olvidame.
En otoño no crecen. Es Diciembre.
Los lunes se apagan. Es emana Santa.

Había una niña que dormía en un tronco, que plantaba legumbres en los horizontes, que comía las nubes de su miopía, que decía mil cosas con una sonrisa, que reía seguido para no desbancar, que dormía al día y soñaba la noche, que sufría de a mares y disfrutaba de a gotas, que viajaba con rubios para no estar sola, que esperaba ansiosa los lunares de abril y prendía las luces rezando el rosario carmín.


A.

Que penetre.



En un país, una provincia, una ciudad, una avenida, dentro de un taxi negro y viejo, un cuerpo contenido por un cinturón de seguridad, un alma esperando a ser negociada, una cabeza que inventaba la quinta dimensión: Algo punzante. Algo que penetre. Algo filoso como una aguja de tejer finita o un guante hecho de clavos. A lo mejor un contenedor de vacas y “por ahí”.

¿Qué es “por ahí”?

Y… “Por ahí”.

No es posible señor taxista. No se puede matar a los zombies. Están en los sueños. Ayer quemé mi casa con todos adentro. Me ayudó el vecino y él. Hoy desperté sola, y los siento. Son invisibles. Pero viven en mi cabeza en la suya y en la tuya. Son millones. Grises. Tristes. Reproductores.


.A.